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“La transfobia mata. El silencio, también.”

Estas palabras resuenan con fuerza después del brutal asesinato de Sara Millerey González, una mujer trans de 32 años, ocurrido el pasado 4 de abril de 2025, en Antioquia, Medellín, Colombia. Este desgarrador suceso nos enfrenta a una cruda realidad: el odio y la violencia hacia la comunidad LGBTQ+ siguen más vivos que nunca.

Un crimen atroz

Según testigos y reportes preliminares, Sara fue sometida a una brutal golpiza por parte de sus agresores. Le fracturaron los brazos y las piernas antes de arrojarla a un río, con el objetivo claro de evitar que pudiera nadar hasta la orilla y pedir ayuda. Este acto de extrema crueldad no solo la dejó a la deriva, sino que también representa un ataque violento hacia lo que Sara era: una mujer trans que simplemente buscaba vivir su verdad.

Una cadena de violencia

El asesinato de Sara no es un hecho aislado, sino el último en una preocupante serie de crímenes de odio contra la comunidad LGBTQ+ en Colombia. En lo que va de 2025, se han registrado 25 asesinatos de personas LGBTQ+, de los cuales 15 eran trans. Estas cifras no solo son indignantes, sino que nos interpelan como sociedad, obligándonos a reflexionar sobre el contexto en el que ocurren y sobre nuestra respuesta a esta violencia.

La realidad que enfrentan las personas trans es el resultado de una violencia estructural que sigue vigente, alimentada por la intolerancia, la desinformación, la impunidad y la indiferencia colectiva. Sara fue violentada, no solo físicamente, sino también simbólicamente. Su ataque fue un ataque a su identidad, a su derecho a existir.

La invisibilidad del sufrimiento

Es doloroso pensar que un hecho tan atroz pueda ocurrir sin que se detonen suficientes alertas sociales. La violencia contra personas trans a menudo es invisibilizada, minimizada o ignorada tanto por las autoridades como por gran parte de la población. En este contexto, el silencio se convierte en un arma letal que perpetúa el sufrimiento y la injusticia.

Desde Cuba 24/7, nos sumamos al clamor de justicia. No solo para Sara, sino para todas las víctimas que han sido silenciadas por el odio. Es nuestro deber como medio visibilizar estos crímenes, contar sus historias y denunciar lo que otros prefieren callar.

Hoy, más que nunca, es imprescindible exigir justicia, protección real y derechos garantizados para la comunidad LGBTQ+ en toda América Latina. No basta con sentir tristeza o indignación; debemos actuar. Porque no se trata solo de estadísticas, se trata de vidas, de personas, de seres humanos que merecen vivir en dignidad, libertad y respeto.

Sara Millerey González no debía morir así. Su vida y su lucha no serán olvidadas. Esta es una llamada a la acción, un llamado a la solidaridad y un compromiso hacia un futuro donde todos puedan vivir sin miedo. La lucha por los derechos de las personas LGBTQ+ debe ser una prioridad para nuestra sociedad.

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