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Este lunes, como es costumbre, comenzamos el día con las promesas optimistas de la televisión nacional. Desde la revista Buenos Días, se anunció con un tono triunfal que el incendio forestal en Pinar del Río estaba «bajo control». Casi como si el fuego fuera un niño travieso que ya había recibido su castigo.

La Realidad Desmentida

Sin embargo, la realidad, siempre lista para desmentir a los optimistas, no tardó en hacer su aparición. Horas después de la declaración triunfal, las llamas, aparentemente ofendidas por semejante desinformación, decidieron reavivarse con más fuerza que una cola de pollo congelado. El «control» resultó ser más ilusorio que una conexión 4G estable en medio del campo.

Escalando el Caos

La situación escaló rápidamente, provocando pánico, evacuaciones y más humo que un congreso. Mientras los habitantes de Pinar del Río intentaban lidiar con el fuego, el parte oficial seguía insistiendo: «Todo bajo control, todo normal, cero preocupaciones». Aquí, cuando algo está «bajo control», es cuando más rápido hay que salir corriendo.

El Mundo Paralelo de la Televisión Estatal

Mientras tanto, en el mundo paralelo de la televisión estatal, la vida continuaba como si nada. «¿Incendio? ¿Qué incendio?», parecían preguntar los presentadores, mientras ofrecían reportajes sobre fiestas, cultura y campesinos felices. La desconexión entre la realidad y la pantalla se hacía cada vez más evidente.

Propuesta de Solución

Desde El Cubano Rebelde, sugerimos que, para la próxima, transmitan el incendio en vivo. Así, al menos, cuando digan que todo está bien, podremos ver el caos con nuestros propios ojos. No hay mejor forma de comprobar la veracidad de las noticias que con un buen espectáculo de llamas y humo en directo.

En resumen, la situación en Pinar del Río es un recordatorio de que, a veces, las promesas optimistas de la televisión pueden ser tan volátiles como las llamas mismas. La realidad nos enseña que, mientras algunos celebran un «control» ilusorio, otros enfrentan el verdadero caos. Así, el lunes terminó sin buenos días, pero con una lección clara: en Cuba, la verdad a menudo se encuentra en el humo y las llamas, no en los titulares.

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