
La activista cubana Yamilka Lafita, reconocida por su firme postura crítica frente al régimen cubano, denunció recientemente haber sido víctima de amenazas de muerte con el objetivo de impedirle salir de su vivienda en La Habana. Este nuevo episodio, denunciado a través de sus redes sociales, vuelve a poner en evidencia el ambiente de hostigamiento sistemático que enfrentan activistas y defensores de los derechos humanos en la isla.
“Me quieren silenciar con miedo”
Con estas palabras contundentes, Lafita responsabilizó directamente al gobierno cubano por cualquier daño que pudiera sufrir ella o algún miembro de su familia. La activista señaló que no es la primera vez que es objeto de amenazas y vigilancia por parte de personas no identificadas, que —según denunció— estarían vinculadas a los órganos represivos del Estado.
La intimidación, sostiene, forma parte de una estrategia más amplia de represión que incluye vigilancia permanente en los alrededores de su casa, presiones psicológicas y un intento evidente de neutralizar su activismo. “Lo que quieren es quebrarme, aislarme y silenciarme a través del miedo”, denunció públicamente.
Un patrón de represión bien conocido
Yamilka Lafita no es una figura desconocida para las autoridades cubanas. Su activismo la ha puesto en el centro de la lucha por los derechos civiles dentro de Cuba. Ha participado activamente en campañas de denuncia, ha documentado violaciones a los derechos humanos y ha exigido el respeto al derecho a la libertad de expresión, de reunión y de participación política.
En el pasado, ha sido víctima de detenciones arbitrarias, citaciones policiales, actos de repudio y campañas de difamación, todo como parte de un patrón de acoso comúnmente utilizado contra disidentes en el país.
Reacciones dentro y fuera de Cuba
La denuncia de Lafita ha generado alarma en la comunidad de derechos humanos. Organizaciones tanto dentro como fuera de la isla han expresado su preocupación por la situación de la activista y han exigido al gobierno cubano que respete su integridad física y garantice su derecho a expresarse libremente.
Entidades internacionales han señalado que este tipo de acciones refuerzan la imagen de un Estado represivo que continúa persiguiendo a quienes se atreven a cuestionar su poder, incluso con métodos de intimidación que podrían constituir crímenes de lesa humanidad.
Silencio oficial ante denuncias graves
Hasta el momento, las autoridades cubanas no han emitido ninguna declaración oficial respecto a la situación de Yamilka Lafita. Como en otros casos similares, se impone el silencio institucional mientras persiste un clima de impunidad.
Este nuevo capítulo en la vida de la activista pone de manifiesto la fragilidad del ejercicio de los derechos fundamentales en Cuba. Expresarse, denunciar o simplemente pensar diferente sigue siendo un acto de valentía que puede pagarse con el aislamiento, la represión o incluso con la vida.