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La llegada de un cargamento humanitario procedente de Jamaica ha puesto nuevamente sobre la mesa una de las realidades más sensibles del sistema cubano: la dependencia crónica de la solidaridad internacional para mantener a flote sectores clave como la salud pública.

Un total de 27 bolsas con insumos médicos, equivalentes a 500 kilogramos, aterrizaron en el aeropuerto de Santiago de Cuba, con el objetivo de apoyar directamente al Programa de Atención Materno-Infantil (PAMI) y otras instituciones sociales que hoy enfrentan severas limitaciones en su capacidad de atención.

Aunque el gesto es sin duda valioso, también expone las grietas profundas de un sistema sanitario que no logra garantizar, por sí solo, el abastecimiento de los recursos más básicos.

Un sistema en crisis permanente

La colaboración fue posible gracias a la articulación entre la Misión Estatal Cubana en Jamaica, representantes diplomáticos y empresas del país caribeño. Sin embargo, esta no es una excepción: donativos similares han llegado en los últimos años desde varias naciones, y se han convertido en un patrón común más que en eventos aislados.

Estas entregas son bien recibidas por el personal médico y por la ciudadanía, especialmente en un contexto donde los hospitales carecen de materiales esenciales, los medicamentos escasean y las condiciones de muchas instalaciones son cada vez más precarias. Pero también reflejan una cruda verdad: la autosuficiencia del sistema de salud cubano está en entredicho.

Entre la gratitud y la preocupación

La sociedad cubana recibe con gratitud estas donaciones, pero el trasfondo genera preguntas difíciles de ignorar. ¿Cómo es posible que un país que históricamente ha enarbolado los logros de su sistema de salud hoy no pueda sostenerlo sin ayuda externa? ¿Qué ha pasado con las capacidades productivas nacionales? ¿Dónde están las prioridades reales del Estado?

Especialistas y ciudadanos por igual coinciden en que el modelo actual parece haber llegado a un punto crítico. Las constantes solicitudes de ayuda a organizaciones internacionales y países aliados, junto a las interminables colas para conseguir medicamentos y la saturación de los hospitales, evidencian una crisis estructural que ya no puede ser explicada solo por factores externos.

Salud materno-infantil, un área clave

La elección del Programa de Atención Materno-Infantil como principal receptor del donativo no es casual. Se trata de uno de los programas más sensibles y estratégicos, cuyo deterioro tendría consecuencias graves para la salud pública general.

En muchas provincias, las embarazadas enfrentan serias dificultades para acceder a exámenes básicos, medicamentos prenatales o condiciones mínimas de hospitalización. El refuerzo externo permite, en parte, aliviar estas carencias, pero no soluciona los problemas de fondo: la falta de inversión, la obsolescencia de la infraestructura médica y la fuga constante de personal sanitario.

Una pregunta pendiente de respuesta

La situación plantea una reflexión inevitable para el futuro del país: ¿cómo transitar hacia un sistema de salud verdaderamente sostenible y autosuficiente? Si bien la ayuda internacional seguirá siendo necesaria en el corto plazo, resulta urgente replantear políticas públicas, fomentar la transparencia en la gestión de recursos y promover modelos de producción que reduzcan la dependencia externa.

La llegada del donativo desde Jamaica es una luz en medio de la tormenta. Pero esa luz no puede convertirse en el único faro para navegar la crisis. Cuba necesita recuperar su capacidad de garantizar por sí misma algo tan esencial como la salud de su pueblo.

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