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En el corazón de Centro Habana, específicamente en el cruce de Neptuno y Campanario, se ha erigido un verdadero basurero extremo que ha generado la indignación de los vecinos de la zona. Esta situación, que se prolonga desde hace meses, no solo se traduce en un problema estético y de contaminación, sino que también supone un grave riesgo para la salud pública y el bienestar de todos los residentes.

Los ciudadanos han alzado su voz, presentando denuncias recurrentes a las autoridades competentes para que tomen cartas en el asunto y se realicen las labores de limpieza y recolección de basura necesarias. Sin embargo, la frustración se ha incrementado, ya que, según afirman, las respuestas han sido nulas, lo que ha llevado a muchos a cuestionar la efectividad de las instituciones encargadas de salvaguardar la calidad de vida en la comunidad.

Una de las expresiones más elocuentes de este desasosiego es el clamor de los vecinos: “La basura sigue ahí… nadie hace nada”. Esta frase resuena en las calles, simbolizando no solo el problema inmediato de la acumulación de desechos, sino también una sensación de abandono, de que sus necesidades y preocupaciones no están siendo escuchadas ni atendidas.

Los impactos de esta situación son múltiples. La acumulación de basura puede propiciar la proliferación de plagas, además de contribuir a problemas de salud, como enfermedades respiratorias o gastrointestinales, especialmente entre los más vulnerables: los niños y los ancianos. En un contexto donde la calidad de vida ya se ve comprometida por otros factores, el desinterés ante esta problemática agudiza la miseria que viven muchos en la comunidad.

Ante este panorama, surge la pregunta: ¿Hasta cuándo el pueblo tendrá que vivir entre la miseria? Esta inquietud no solo refleja la urgencia de acciones concretas por parte de las autoridades, sino también un deseo de cambio y mejora en el entorno que rodea a los ciudadanos, quienes merecen vivir en un espacio limpio y saludable.

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